SANTIFICACION
DE LAS FIESTAS
Y DESCANSO DOMINICAL 1.
Planteamiento y genesis de la cuestión. La
controversia desatada en Puerto Rico sobre la Ley del Cierre se ha
venido agravando paulatinamente, desde hace algun tiempo, y con
marcada estridencia en algunas ocasiones. Es forzoso reconocer que la
mencionada Ley reviste una evidente complejidad y que son muchos los
intereses encontrados que mueven a mantenerla o a impugnarla. Hay
quienes abogan por retenerla en toda su vigencia, mientras que otros
piden su derogación inmediata. Si esta segunda postura llegara a
prevalecer, la significación del domingo como dia consagrado al culto
religioso y al descanso podría sufrir un profundo cambio de graves
consecuencias en la vida familiar de nuestro pueblo. Semejante
perspectiva no puede sernos indiferente a los miembros de la
Conferencia Episcopal de Puerto Rico, por la sencilla razón de
sentirnos solidarios en las tribulaciones, gozos y esperanzas de todos
nuestros conciudadanos. A ejemplo del Apóstol, la caridad de Cristo
nos urge a servirles con toda la solicitud pastoral que nos sea
posible ofrecerles. De manera especial, es responsabilidad nuestra
indeclinable cultivar la fe de la comunidad católica, orientar y
sostener
su vida moral, alimentar y promover su religiosidad. No
aspiramos a dirimir el litigio. Seria una pretensión vana, bordeando
en la osadia, dada la obvia complejidad del tema y sus multiples
derivaciones y consecuencias en el terreno religioso, económico,
social y juridico, según queda indicado. Es más modesta
nuestra intención, que responde al hecho de sentirnos interpelados
por el pueblo católico que vive la perplejidad ocasionada por la Ley
del Cierre. A eso obedece la presente declaración: al deseo, por demás
justo y legítimo, de orientar y aquietar la conciencia de los fieles,
instruyéndoles sobre el carácter sagrado del domingo, el verdadero
sentido y alcance del descanso dominical.
Asimismo queremos alertarlos a la incidencia que la abrogaci6n
de la Ley del Cierre podria tener en la vida familiar y en la moral
del nuestro pueblo. Nuestra
postura será estrictamente pastoral, libre de cualquier intención
politica, económica o partidista. 2.
Criterios de valoración y discernimiento. Pasamos
a señalar los criterios que guiarán nuestras reflexiones, a fin de
proceder con la mayor objetividad posible como garantía de la validez
y fiabilidad de las conclusiones a que lleguemos. Está, en primer término,
la dignidad de la persona humana, hecha a imagen de Dios y dotada de
valores que trascienden toda realidad temporal y terrena. En cuanto
persona, el
hombre es una unidad originaria de acción, responsable ante Dios, e
investida de derechos inviolables y deberes irrenunciables. Es también,
advierte Gaudium et Spes, "por su naturaleza íntima, un
ser social y no puede vivir ni desplegar sus facultades sin
relacionarse con los demás" (n. 12). Por ello, se afirma de
nuevo en Gaudium et Spes: "el desarrollo de la persona
humana y el crecimiento de la misma sociedad están mutuamente
condicionados. Porque el
principio, el sujeto y el fin de todas las instituciones es y debe ser
la persona humana, la cual, por su misma naturaleza, tiene absoluta
necesidad de la vida social" (25). En
segundo plano, se halla un principio de moral practica que se
desprende de la premisa anterior.
Será preciso trabajar por salvar al hombre perfeccionando
aquellos rasgos que más le ennoblecen por ser imagen de Dios. Y es
fácil concluir que en el cultivo de su inteligencia iluminándola con
las verdades de la fe, y en la dirección de su voluntad hacia el bien
absoluto, por medio de la caridad y las virtudes morales, ha de
estribar la salvación de todo hombre. Dicho de otra manera, el ideal
de perfección humana no ha de consistir en acumular afanosamente
riquezas materiales, o en granjearse prestigio social o poder político.
Se cifrará más bien, ya se ha indicado, en promover los bienes
morales y religiosos que tanta nobleza confieren a la persona, y son
la clave para hacer posible el bien comun de la sociedad humana. Queda
así señalado un objetivo, una meta muy precisa: promover al hombre,
no sólo en relación al bienestar físico a que tiene derecho por razón
de su corporeidad, sino en lo que tiene de más estimable por su alma
espiritual, los nobles sentimientos, gérmenes de virtud, que laten en
su corazón y su conciencia; para elevarle a las cumbres del bien
moral, de la perfección espiritual, en la cual consiste su autentica
grandeza. Pero
no pasaria de ser una empresa utópica, totalmente inasequible, si no
se cultivara con el debido esmero la religiosidad que es
caracteristica esencial profundamente enraizada en la naturaleza
humana. 3.
Trascendencia del valor individual y social del hombre. Se
dan en la actualidad varias concepciones del hombre que la Iglesia
rechaza de manera categórica. La
Iglesia condena la concepción marxista de la persona porque equivale
a disolver su individualidad en la colectividad. Reprueba también la
tésis liberal que deja al hombre a merced del juego, casi mecánico,
de las fuerzas económicas. A
una y otra visión opone la Iglesia su propia concepción del hombre,
creado a "imagen de Dios", capaz de conocer y amar a su
Creador, constituido por El senor de toda la Creaci6n (Gen. 1, 26;
Sab. 2, 23). Y "Dios
no creó al hombre solo, - advierte el Vaticano II-, ya que, desde los
comienzos, 'los cre6 varón y hembra' (Gen. 1, 27), haciendo así de
esta asociación de hombre
y mujer, la primera forma de una comunidad de personas.
El hombre por su misma naturaleza es un ser social, y sin la
relación con otros no puede vivir ni desarrollar sus propias
cualidades" (GS 12). 4.
Religión, Moral e Higiene Social Ninguna
de las mencionadas prerrogativas del hombre, su dignidad innata, queda
a salvo, y, por tanto, el bien común de la sociedad no pasará de ser
una mera ficción, si no se le proporciona el modo de celebrar periódicamente
su total vinculación a Dios, autor de su existencia y su ultimo
destino. Así lo entendió el Papa Juan XXIII al consignar en Mater
et Magistra este pensamiento:
"Para defender la dignidad del hombre como ser creado por
Dios y dotado de un alma hecha a imagen divina, la Iglesia católica
ha urgido siempre la fiel observancia del tercer mandamiento del Decálogo:
'Acuérdate del día del sabado para santificarlo.' Es un derecho y un
poder de Dios exigir del hombre que dedique al culto divino un dia a
la semana, para que así su espíritu, liberado de las ocupaciones de
la vida diaria, pueda elevarse a los bienes celestiales y examinar en
la secreta intimidad de su conciencia en qué situación se hallan sus
relaciones personales, obligatorias e inviolables, con Dios"
(249). A
la dependencia que el hombre, por naturaleza y origen, debe reconocer
y profesar con respecto a Dios, en la forma descrita, se añade un
complemento radicado en la propia naturaleza humana como garantia de
su inviolable dignidad y valor trascendente. Como dice el texto de la
encíclica, "constituye también un derecho y una necesidad para
el hombre hacer una pausa en el duro trabajo cotidiano, no sólo para
proporcionar reposo a su fatigado cuerpo y honesta distracción a sus
sentidos, sino para mirar por la unidad de su familia, la cual reclama
de todos sus miembros contacto frecuente y serena convivencia"
(250). La
conclusión que inevitablemente se desprende de las anteriores
reflexiones, la expresa el santo Padre en téminos explícitos e
inequivocos. Dice: "La religión, la moral y la higiene exigen,
pues conjuntamente el descanso periódico. La Iglesia católica, por
su parte, desde hace ya muchos siglos, ha ordenado que los fieles
observen el descanso dominical y asistan al santo sacrificio de la
misa, que es al mismo tiempo memorial y aplicación a las almas de la
obra redentora de Cristo" (251). Dada
la solidez de estos principios que venimos reseñando, más el hecho
de ser la población de Puerto Rico católica en su inmensa mayoria,
espontáneamente surge una fuerte presunción en favor de la práctica
observada en nuestro pueblo durante siglos: la observancia del domingo
como dia consagrado al culto divino, y como día de descanso para
reparar energias y salvaguardar los valores de la intimidad familiar. ¿Cuál,
pues, será nuestra postura, de hecho, en relación al precepto de
santificar el Hablamos
y ejercemos nuestro pastoral ministeno en nombre de la Iglesia, cuya
historia llena veinte siglos. Pues ya desde sus origenes, como se
comprueba en el Nuevo Testamento y en las obras de los Santos Padres y
escritores apostólicos, especialmente en las Apologias de San Justino
(AD 165), el domingo revestia un carácter obligatoriamente festivo.
Ese mismo caracter lo retiene hoy en la legislación de la
Iglesia según dispone el c. 1246: "El domingo, en el que se
celebra el misterio pascual, por tradición apostólica, ha de
observarse en toda la Iglesia como fiesta primordial de
precepto". Y el C. 1247: "El domingo y las demás
fiestas de precepto los fieles tienen obligación de participar en la
Misa; y se abstendran ademas de aquellos trabajos y actividades que
impiden dar culto a Dios, gozar de la alegría propia del día del Señor
o disfrutar del debido descanso de la mente y del cuerpo". El
espiritu de esta legislación presta un nuevo grado de credibilidad a
la justa opción de hacer respetar, aun por la misma autoridad civil,
la sacralidad del domingo. Esta, por de pronto, avalada por la
absoluta mayoria de población cristiana en Puerto Rico y, dado el
caracter pedagógico de la ley, se podrá asegurar así la pervivencia
de una practica histórica que sirve de sosten a inapreciables valores
religiosos, morales y familiares en nuestra sociedad puertorriqueña. 5.
Origen del domingo cristiano y el descanso sabático. La
enseñanza y las normas de la Iglesia son claras. Nos permitimos, no
obstante, unas puntualizaciones para que nuestros fieles comprendan
mejor el sentido propio del domingo y se muevan más eficaz y
libremente a su observancia y santificación. La ley antigua, sombra y
figura de la nueva, que consagraba el sábado como día de descanso,
no obliga a los que ya son de Cristo, como declara San Pablo en la
carta a los Colosenses (2, 16). Y los Apóstoles, testigos inmediatos
de Cristo, el cual les constituyó maestros en la fe para todas las
gentes, enseñaron, con su ejemplo y predicación, a conmemorar la
muerte y resurrección de Jesús en el "día del Señor". Los
judios, sujetos a la ley mosaica, destinaban el sábado a dar un culto
especial a Dios en recuerdo de la liberación de Egipto operada por
Yavé. Se lee en el Exodo: "Acuérdate que siervo fuiste en la
tierra de Egipto, y de que Yavé, tu Dios, te sacó de allí con mano
fuerte y brazo tendido: y por eso Yavé tu Dios te manda guardar el sábado"
(5, 15). El
domingo cristiano es esencialmente distinto del sáado judio. Hasta el
siglo IV de nuestra era, no fue día de descanso, sino el dia del Señor
por la Eucaristía, la celebración del misterio pascual. La pascua
cristiana, de la que era figura la pascua judia, encuentra su memorial
en la Eucaristía, en la que el nuevo pueblo de Dios, esto es, la
Iglesia, toma parte en la Los
cristianos, miembros del nuevo pueblo de Dios, la Iglesia, celebramos
no la pascua judía sino la de Cristo. En ella toda la humanidad
encuentra la salvación esperada a través de los siglos, al ser
liberada de la esclavitud del pecado, como atestigua el Apóstol: Este
es el sentido profundo que late en la celebración pascual de los
cristianos; recuerdo de la gesta liberadora, realizada por Dios en
Cristo Jesús, que se hace presente y eficaz en la Eucaristía por
mandato del mismo Señor a sus Apóstoles: "haced esto en memoria
mía". A ello se debe que el precepto cristiano de santificar el
domingo se centre en la Eucaristía, sea la Eucaristía "fuente y
cima de toda la vida cristiana" (LG 11). 6.
El Domingo, día del culto cristiano. A
la luz de lo expuesto, es improcedente, en cierta manera, absurdo
contraponer la Fue
el primer día de la semana, llamado con posterioridad "día del
Señor" o domingo, la fecha escogida por la comunidad cristiana
primitiva, apostólica, para conmemorar la pascua cristiana. Porque
este día evocaba de manera real e íntima la experiencia que los
primeros cristianos habian tenido de la resurreción del Señor. Era
el primer dia después del sábado, según afirma la Sagrada
Escritura, recogiendo el testimonio de los evangelistas acerca de la
resurreción de Jesus ocurrida en este día (Mt. 28, 1; Marc. 16, 2;
Luc. 24, 1; Jn. 20, 1, 19; Hch. 20, 7; I Cor. 16, 2). Es
San Juan, en el Apocalipsis (1, 10), quien, por vez primera, da a este
día de la semana el apelativo de día "dominical", y en el
lenguaje litúrgico de la Iglesia se empleó este nombre de manera
corriente desde el principio del cristianismo. La
Sagrada Escritura senala que en este día, el siguiente al sábado, no
solamente resucitó el Senor, sino que fue en el primer día de la
semana cuando se apareció a sus discipulos (Jn. Es
un dia que recibió distintos apelativos: 7.
El descanso dominical y la santificación del domingo. La
santificación del domingo no queda plenamente lograda con la
celebración eucarística en memoria de la pascua cristiana instituida
en la última cena. El c. 1247 dispone, como ya se ha visto más
arriba: los fieles "se abstendrán además de aquellos trabajos y
actividades que impiden dar culto a Dios, gozar de la alegria propia
del dia del Señor o disfrutar del debido descanso de la mente y del
cuerpo" (bc. cit.). Es, pues, el descanso dominical un corolano
que espontáneamente deriva, a modo de complemento, de la sacralidad
del domingo, como veremos enseguida. De su justa valoración aparecera con mayor claridad la
postura más razonable y prudente que se debe observar en relaci6n a
la Ley del Cierre. No
siempre se observó el descanso dominical, aun cuando siempre se
consideró el domingo como tiempo de oración, de predicación,
lectura espiritual, siendo, al mismo tiempo, un día de solaz y alegría.
Comprendemos que es un tema delicado, pero no intentamos rehuirlo.
Por el contrano, queremos precisar su verdadero sentido para
evitar confusiones y varias disputas. La
Iglesia concibe el descanso dominical como una práctica u observancia
con el doble propósito de dar culto a Dios, y, de asegurar al
creyente la posibilidad de reparar sus energías, espirituales y físicas.
El Concilio Vaticano II señala además estos otros fines:
"cultivar la vida familiar, cultural, social y
religiosa" (CS 67). Según
esto, son varias las razones de diversa indole que justifican la Ley
del Cierre. En cuanto a nosotros, nos limitamos a nuestra labor de
orientación pastoral, indicando, con firmeza, objetivos que creemos
necesarios en función del servicio a que tienen legitimo derecho el
hombre como individuo, viviendo en sociedad. 8.
Necesidad de regular el descanso. La
experiencia enseña que la persona aislada, la familia, el que está a
merced de poderes económicos, se encuentra en situación de
inferioridad, por no decir de indefensión. La historia de los logros
laborales en el correr de los siglos lo demuestra. En las sociedades más democráticas se ha tenido que llegar
a una regulación de las horas de trabajo y descanso mediante la ley.
Y encontramos razonable que sea así, aún prescindiendo de
consideraciones de tipo religioso, y atendiendo únicamente a los
valores humanos, culturales, familiares o sociales, que es
imprescindible cultivar, y que justifican por sí solos el descanso
dominical. Esta en juego el desarrollo integral del hombre, meta que sólo
es dable alcanzar cuando se facilitan prácticas o ejercicios de carácter
cultural o La
Iglesia, como es natural, favorece esta aproximación total a la
existencia concreta del hombre en su singularidad y como parte integrante
de la familia, piedra angular de la sociedad politica bien ordenada,
siendo ella célula primera y vital de la sociedad", en expresión
del Vaticano II. 9.
Asegurar la uniformidad del descanso dominical. Representa
el descanso dominical una dimensión humana personal y social.
Es un principio incorporado a sistemas legislativos que
mantienen la plena separación de Iglesia y Estado. En interés del
hombre, en el afán de procurar por todos los medios posibles su pleno
desarrollo integral, es preciso que se establezca la uniformidad.
Se frustraria el valor humano más noble del descanso periódico,
Si el hombre no encontrara en el tiempo libre la posibilidad de
proyectarse más allá de su limitado mundo personal, sana distracción,
placentera y frecuente convivencia familiar, en un clima de sosegada y
confortable jovialidad colectiva. La falta de uniformidad privaria a
la familia de la debida cohesión, con las funestas consecuencias de
la desintegración moral fácil de prever. 10.
El descanso público habrá de coincidir con el domingo. Es
la conclusión que rigurosamente se Como
hecho histórico incuestionable, Se
da, por otro lado, el estilo común a todos los pueblos, a los de
Occidente, sobre todo, de celebrar el domingo. Así, las instituciones
religiosas, empresas de servicio, organizaciones deportivas y
recreativas, etc., ofrecen sus propias actividades preferentemente los
domingos. 11.
La Iglesia y la conciencia religiosamoral. Es
de general conocimiento que la Iglesia en el ejercicio de su ministeno
pastoral ha tenido en cuenta los cambios experimentados por
la sociedad moderna, el sistema de vida de hombres e instituciones.
Conformándose a las condiciones sociales surgidas de tales cambios,
adelantó a la tarde del sábado el tiempo hábil para facilitar el
cumplimiento del precepto dominical. Fue éste un cambio en el que
influyó probablemente también la escasez de clero, pero
nunca se intentó, por medio de él, modificar el caracter sagrado del
domingo. Sería un manifiesto error darle otra interpretación como se
ha hecho ya en diversos medios de comunicación. Por eso tiene perenne
vigencia esta conmovedora exhortación del Papa Juan XXIII en la encíclica
Mater et Magistra: "En nombre de Dios y por el interés
material y espiritual de los hombres, nos hacemos un llamamiento a
todos, autoridades, empresarios y trabajadores, a la observancia del
precepto de Dios y de su Iglesia, recordando a cada uno su grave
responsabilidad delante del Señor y delante de la sociedad"
(268). Conclusión Al
tener ya que poner término a estas reflexiones, sentimos de manera más
acuciante la necesidad de preservar el carácter sagrado del domingo y
como día de descanso, en tributo de respeto a su contenido teológico,
a la religiosidad y sana vida moral de nuestro pueblo.
Pero además, queremos recordar la siguiente declaración de
Jean Bosc, profesor de la facultad de teología protestante de Paris,
un testimonio poco sospechoso de sectarismo: "Es
necesario que el hombre se detenga en todo su obrar y que aprenda una
y otra vez que Por
nuestra parte, deseamos que el domingo se conserve en sus dos
dimensiones de culto y descanso, por considerarlo como un germen de
continua regeneración del sentido moral de nuestro pueblo, tanto más
necesano cuanto más graves son las agresiones que padece, ya sea de
una manera abierta o solapada. Hace poco más de dos anos nos ocupamos
de tan lamentable situación en una declaración "sobre el
colapso del orden público", prueba irrefutable de una
seria crisis de valores. Sería un despropósito de consecuencias imprevisibles
renunciar a uno de los más firmes sostenes de la moralidad en nuestra
Isla. En la exposición anterior, con ocasión de la controversia suscitada en torno a la Ley del Cierre, nos hemos cenido a señalar los peligros de su revocación. A nuestros fieles les urgimos a reavivar la conciencia de la santidad del domingo, a respetarlo y observarlo en conformidad con su carácter sagrado, y como fue, a través de nuestra historia, día de descanso. Con ello esperamos que perdure la religiosidad heredada de nuestros mayores y se acrisole el sentido moral y se asegure la paz y la prosperidad para las generaciones de hoy y de manana en nuestra bien amada isla de Puerto Rico. Solemnidad
de la Navidad 1985
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