La ley de descanso dominical en la Argentina.

Viernes 11 de noviembre de 2005.

 

A cien años de su promulgación. Recordación y reflexiones.

Al inaugurar esta página de Doctrina Social de la Iglesia que impulsa el Instituto de esta especialidad con sede en la Universidad Católica de Santa Fe me parecía pertinente hacerlo con una reflexión acerca de una cuestión muy cara para la Iglesia Católica y hoy nuevamente reivindicada por la mayoría de los obreros y empleados y no pocos empleadores, incluso los del rubro comercial.

Nos referimos al DESCANSO DOMINICAL que en Argentina tiene una tradición centenaria ya que su promulgación data de 1905, cuando gracias al impulso de legisladores de origen católico que militaban en diversos partidos políticos y el socialista Palacios fue votada favorablemente y a posteriori aplicada por el Gobierno Nacional.

Consideramos importante esta recordación ya que nos muestra por una parte que la Doctrina Social de la Iglesia tiene propuestas que valen para todos los hombres y pueden ser impulsadas aún por no católicos y por otra, que los principios doctrinales encuentran su aplicación en la realidad histórica concreta verificándose de este modo aquel axioma del MAESTRO Jean-Yves Calvez que sostiene que la ésta es ‘una respuesta histórica a un problema histórico’.

Lamentablemente debemos señalar que no siempre los católicos hemos prestado atención a las directrices del Magisterio social en éste y otros temas sino que además carecemos de una visión histórica que nos permita descubrir de que manera aquellos principios se incorporaron a nuestra vida social.

Está intentará ser la línea matriz de esta página y esto es lo que procuramos concretar en la presente reflexión que a la vez quiere ser de recordación y de apertura de la misma.

Haciendo un poco de memoria

El problema del descanso dominical en nuestro país y la lucha por su reconocimiento y cumplimiento no es algo nuevo, por lo cual la discusión en torno al mismo nos retrotrae al último cuarto del siglo XIX donde reinaba el mas crudo liberalismo y la obtención de riqueza fácil y rápida era la meta.

De hecho, en 1872 cuando el Intendente de Buenos Aires deroga el descanso dominical, suscitará de inmediato la reacción de los católicos entre quienes se encuentra el prestigioso Miguel Navarro Viola, quién sostendrá la conveniencia de su no derogación por razones no solo religiosas sino también morales, higiénicas y físicas.

Aquellos tiempos eran también de Progreso y el mercado constituía el centro ‘espiritual’ de un proyecto político (el de la generación positivista del’80) al que acertadamente Hipólito Irigoyen calificaría como ‘regimen falaz y descreído’ al que solo le importaba la consecución de ganancias y donde el hombre concreto no contaba demasiado.

Providencialmente una serie de hombres de diversas tendencias, coincidirán a la hora de reclamar por este derecho fundamental: el socialista Alfredo Palacios, el padre Grote y sus Círculos Católicos de Obreros, republicanos como Bialet Massé y liberales como Joaquín González.

Todo este esfuerzo confluyó en la Ley Nro. 4661 del año 1905, la primera de característica social en nuestro país y -como coinciden todos los especialistas en la jurisprudencia laboral- punto de partida para un sucesivo mejoram iento de la situación de los sectores obreros.

La situación actual

La actual legislación señala que el descanso semanal -ordinariamente- se extiende desde las 13 hs. del sábado hasta las 24 hs. del Domingo salvo casos de excepción o reglamentación que deberán ser compensados con un franco dentro de la semana siguiente.

La realidad, sin embargo, nos muestra que cada día son más los que trabajan en día domingo y en tareas cuya necesariedad es discutible y su móvil puramente material.

Consideramos que existe un abuso por parte de los empleadores, fundamentalmente en el campo del comercio tal como ser observa en supermercados, hipermercados u otros tipos de complejos similares cualquiera sea la denominación.

Se argumenta para esto la necesidad de ofrecer nuevos servicios a los ciudadanos (o tal vez haya que decir mejor, ‘consumidores’); una economía competitiva que te obliga a trabajar dicho día para no terminar cerrando la empresa y el hecho de los pocos puestos de trabajo o el salario que nunca alcanza para cubrir las necesidades de la familia trabajadora, justifican el trabajo en domingo o para no perder el puesto laboral o para mejorar los ingresos.

Visión de la Iglesia

La Iglesia ha sostenido la centralidad del Domingo no solo como Día del Señor (y por lo tanto dedicado al culto divino) sino también como Día del hombre y el Papa Juan Pablo ha reinvidicado su importancia en la ‘Centesimus Annus’ y en la carta ‘Dies Domini’.

También los Obispos colegiadamente o com o cabezas de las Iglesias particulares se han pronunciado a favor del Domingo como día no laborable, para que el hombre honre a Dios, reponga fuerzas y comparta con su familia, a la par que han rechazado la posibilidad de que el Domingo sea un día mas de trabajo.

Esta reafirmación de la importancia del Domingo no significa que la Iglesia no admita excepciones, por ejemplo cuando se debe evitar alguna situación críticas existentes, por razones ligadas al proceso de producción o como enseña el Catecismo de la Iglesia Católica en el Nro. 2187, por costumbres (deportes, restaurantes, etc) o compromisos sociales (servicios públicos, etc) pero nunca consideró como motivo suficiente, el ansia de ‘consumo’, el proporcionar al empleador mayores ganancias, mejorar la situación de la empresa o una mejoría para loas alicaídos ingresos del trabajador.

Respecto a los cambios en las pautas de consumo de la población -lo cual es innegable- debemos señalar que esto es relativo ya que lo que por lo general se requiere no es de primera necesidad y puede adquirirse en otro momento. Así se evitaría una mentalidad ‘inmediatista’ y ‘consumista’.

También es relativo el beneficio económico que puede recibir el trabajador ya que en muchos casos ni siquiera se respeta la legislación del pago de horas ‘extras’, además del hecho flagrante de la degradación física, síquica y espiritual del trabajador y por ende de su familia.

Por si esto fuera poco, hay que decir que está demostrado que el trabajador argentino desarrolla mas horas de labor que sus pares de los países centrales y vista la situación que viven muchos de ellos, es una falacia que el éxito económico depende de las horas de trabajo excesivas a las que somete al empleado.

Con esta afirmación no queremos dejar de reconocer el esfuerzo que realizan muchos empresarios -que incluso trabajan mas horas que sus propios empleados- para mantener en pié sus negocios y garantizar la continuidad de la fuente de trabajo.

¿Qué podemos hacer?

No caben dudas de que en los últimos veinte años se han impuestos cambios en los comportamientos sociales al punto que muchos que son críticos del modelo neoliberal lo terminan aceptando en la práctica (por ej. Esperar hasta la última hora del domingo al mediodía para ir al supermercado sin importar si esto retrasa la salida del trabajo del empleado) y que es necesario que las leyes y el mundo del trabajo se adapten a las realidades cambiantes, pero esto no puede llevarse a cabo desde un pragmatismo interesado solamente en obtener mayores ganancia sino a partir de la dignidad del nhombre.

Admitimos en este sentido una mayor flexibilidad tanto en los patrones como en los obreros para atender mejor los requerimientos del resto de los ciudadanos, pero no a costa de la destrucción del primer ámbito de la convivencia humana, célula básica de la sociedad, escuela de vivencia y de trabajo que es la familia ni siquiera con el argumento (en unos y otros) que es para un mayor bienestar de la misma.

Es de fundamental importancia que el Estado haga lo suyo en este campo ya que a pesar de las presiones económicas que pudiesen existir, tiene la obligación de garantizar a los ciudadanos un tiempo para que puedan dedicarlo a los deberes del espíritu y al descanso del cuerpo (Cfr. Catecismo Iglesia, Nro. 2187).

Es necesario por otra parte que los trabajadores no pierdan conciencia -especialmente entre las nuevas generaciones- de los derechos que poseen, no por una graciosa concesión de la ley, sino en virtud de su naturaleza humana y de defenderlos a través de los instrumentos legales y organizaciones sindicales pertinentes.

También corresponde al sistema escolar en todos sus niveles y a las Asociaciones de consumidores la educación en este campo, teniendo en cuenta que la actitud de adquirir bienes los días domingos afectan a personas que en virtud de sus necesidades económicas deben trabajar en estas ocasiones, con lo cual estaríamos frente a un auténtico acto (y no pura declamación) de solidaridad social.

Finalmente, todos y cada uno de nosotros, deberíamos proponernos -al menos- evitar a los demás, sin necesidad, trabajos que les impidan gozar del Domingo ya que el hecho de que alguién tras trabajar toda la semana, regresa n dicho día a su hogar pasadas las 14 hs., tiene su origen en la búsqueda in saciable de ganancias y en la falta de respeto al ser humano, lo que en si mismo es pecaminoso.

Pbro. Edgar Gabriel Stoffel

Titular Doctrina Social Iglesia

Universidad Católica de Sta. Fe

estoffel@ucsf.edu.ar

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